La Conferencia del Partido Conservador: ¿Es la respuesta de Boris Johnson la solución a la crisis?

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Escrito por Emma Burnell, periodista, dramaturga y consultora política
Traducido por Constanza Martínez Buendía
Gracias a Claudia Isaza Lansky por la revisión del texto en español

Conferencia del Partido Conservador de este año fue un asunto muy extraño. A primera vista, la celebración parecía llevarse a cabo dentro de la misma tónica de todos los años. Era la primera vez que el partido se reunía en vivo desde que Boris Johnson fue electo en el 2019 con una gran mayoría después de su campaña del “Implementar el Brexit”.

Pero en ese batir de banderas y el alborozo general de la gente se pudieron vislumbrar ciertas tensiones que de no ser atendidas podrán dividir al partido conservador.

Al principio, todo ocurría con un entusiasmo inmenso en medio de la crisis producida por la inflación, el suministro de productos y la escasez de mano de obra. A los laboristas se les criticó por su falta de acción frente a este hecho. La contraparte fue la estrategia de los conservadores de pretender, primero, que no había crisis, y después de pretender que tenían un plan para detenerla.

En pocas palabras, el planteamiento era que las dificultades del país iban a ser solo temporales y que vendría un futuro más promisorio, una economía fuerte con personal altamente calificado y salarios competitivos. El éxito dependerá, en gran parte, de la estrategia que se establezca para incrementar salarios por encima de la inflación. El enfoque es muy riesgoso y rompe con manejos tradicionales del partido conservador.

Segundo:  los discursos del canciller, Rishi Sunak, y del primer ministro, Boris Johnson, se caracterizaron por su alta retórica y la baja propuesta de gestión deliberados desde unas perspectivas aparentemente opuestas.

Sunak, en un discurso en línea con la economía thatcheriana de George Osborne, canciller a quien se le atribuye en gran parte la culpa por el actual estado de malestar del país por implementar su programa de austeridad y adelantar recortes profundos del año 2010 al 2016. Si bien Sunak está aumentando los impuestos, especialmente el del Seguro Nacional, dentro de un plan de apoyo para el servicio de salud, el NHS, y la atención social, ha querido dejar en claro que esto va en contra de su proceder político. En un intento por tranquilizar a los empresarios anunció que en el futuro los impuestos se recortarían

Johnson, por otro lado, le restó importancia a las preocupaciones del sector empresarial, al cuál durante la campaña del Brexit les lanzó la frase “f**k business”, acción criticada entonces por sus mismos compañeros de partido. Lo curioso es que ahora, esa frase vuelve a tomar importancia cuando en la presente crisis busca culpar a este mismo sector por haber dependido de una mano de obra extranjera barata por tantos años en vez de emplear a los trabajadores británicos con salarios más altos.

La crisis, insinuó, es un episodio necesario y de corta duración, pero sacaría a las empresas de ese nivel de estancamiento en el que se han visto en el presente. La idea optimista, y Boris ama el optimismo, es en sí misma una muestra de complacencia, una ruptura profunda de las políticas económicas establecidas por el partido, al menos, de sus últimos 40 años, y también, con su propio canciller.

Los negocios en el Reino Unido se enfrentarán a una presión inimaginable durante el próximo invierno. A causa del Brexit, la ausencia de trabajadores venidos de Europa, en particular los conductores de camiones HGV, ha causado el cierre de un sinnúmero de estaciones de servicio y falta de abastecimiento de los supermercados. La escasez de mano de obra en el procesamiento de alimentos, particularmente de carniceros, podría conllevar a la reducción del suministro de carne en el país.

La pandemia, que ha dejado a muchas empresas frágiles y en proceso de recuperación, y la continua incertidumbre que persiste sobre los acuerdos comerciales posteriores al Brexit, han hecho que la economía se vea considerablemente afectada. Factores como el repentino y dramático incremento de los precios de la energía y el temor a la inflación están aumentando la ansiedad de la población.

Boris Johnson es un político cuya suerte lo lleva lejos y cuyo encanto lo lleva aún más lejos. Pero, incluso aquellos líderes empresariales en favor del Brexit que se han mostrado como sus más fervientes seguidores, parecieran no estar de humor para la falta de seriedad con que se pronunció esta semana.

Si el juego político de Boris da sus resultados y el período de dolor sufrido a causa de la crisis es relativamente corto, esta conferencia llegará a ser vista como un momento triunfal del partido; el momento en donde un hombre cambia para siempre un consenso político de 40 años de uno de los partidos políticos más antiguos del mundo.

Pero a medida que los analistas predicen un rápido aumento de la inflación y los propietarios de las viviendas en el Reino Unido se preocupan de cómo calentar sus hogares en este invierno, el “dolor a corto plazo” corre el riesgo de convertirse en una crisis de más largo plazo. Incluso para un primer ministro bien seguro de sí mismo, el optimismo que expresa perfila un riesgo gigantesco para el Reino Unido.

Boris ha apostado en el pasado y eso le ha traído ganancias. Nadie apostaría necesariamente en su contra, pero como dice el refrán “la casa siempre gana”. ¿Podría ser en este caso que “la casa” representa las reglas estandarizadas de la economía que Johnson está tratando de burlar? ¿No será que en su arrogancia de ganador de elecciones, de “hacedor del Brexit”, de sobreviviente de Covid, de líder del programa de vacunación de Covid, Boris finalmente esté contando demasiado con su suerte?

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English versión

The Conservative conference: Is it Boris’s answer, the solution to the crisis?

By Emma Burnell, journalist, playwright and political consultant
Translated by Constanza Martínez Buendía
Thanks to Claudia Isaza Lansky for the revision of the text in Spanish

This year’s Conservative Party Conference was also a very odd affair. On the face of it, it was the usual jamboree celebration. The party continues to have a lot to celebrate. They remain significantly ahead in opinion polls, and this was their first in-person gathering since Boris Johnson won a huge election majority in 2019 promising to ‘Get Brexit Done’. But alongside the flag waving and general celebrations there were many underlying tensions that were only hinted at (even on the fringe) but which, if allowed to continue, have the capacity to tear the Tories apart.

Firstly, the jubilant spirit of party members comes against a backdrop of a country descending into crisis. Labour were criticised for not making enough noise about the crisis, but the Tory strategy was to first pretend it wasn’t happening and then to pretend it was the plan all along.

In short, that the pain the country is suffering will be short term and lead us to a high wage, high skill economy. How successful this will be as a political strategy will depend highly on how right they are on the gamble that this crisis will increase wages above inflation. It’s a high-risk approach that breaks with traditional Conservative party thinking.

Secondly, while both Chancellor Rishi Sunak and Boris Johnson gave speeches that were long on rhetoric and light on policy, the visions that each espoused were seemingly at odds with each other.

Sunak’s tone echoed the Thatcherite economics of George Osborne, the chancellor whose programme of austerity and deep cuts between 2010 and 2016 is seen by critics to be largely responsible for Britain’s current state of malaise. While Sunak is raising taxes, especially National Insurance as part of the plan to support the NHS and social care, he made it very clear that this was against his instincts and attempted to reassure business that there would be tax cuts to come in future.

Johnson on the other hand was dismissive of the concerns of business. He was famously caught during the Brexit campaign uttering the extremely un-Tory phrase “f**k business”. He now seems to have turned this aside into a philosophy, blaming the current crisis on a business sector that for too long had relied on cheap foreign labour rather than employing British workers at higher wages.

The crisis, he implied, was a necessary and short-lived episode that would shake businesses out of their complacency. This is optimistic – and Boris loves optimism – but it also smacks of complacency itself, and it is a huge break with the Tory economic policies over at least the last 40 years, and with his own chancellor.

These same businesses are facing an unimaginable squeeze over the coming winter. The absence of workers from Europe since Brexit, particularly HGV truck drivers, has closed petrol stations and left supermarket shelves unstocked. Labour shortages in food processing, particularly butchers, could lead to the destruction of thousands, even millions, of livestock, killed not for food but for the lack of room to keep them alive.

The pandemic has left many companies fragile and in recovery mode and the continuing uncertainty that remains over post-Brexit trade arrangements is making all of this considerably harder. Other factors, such as the sudden dramatic increase in energy prices, only add to the sense of anxiety as well as the threat of inflation. Boris Johnson is a politician whose luck takes him far and whose charm takes him further. But even the most ardent Brexiteer business leaders did not seem to be in any mood for his antics this week.

If Boris’s gamble pays off and the period of pain is relatively short, this conference will come to be seen as a triumphant moment, where one man changed a 40-year political consensus and one of the world’s oldest political parties for good.

But as analysts predict rapidly rising inflation and householders worry about heating their homes this winter the ‘short-term pain’ risks turning into a longer-term crisis. Even for a supremely self-confident Prime Minister complacent optimism is a huge risk. Boris has gambled before and it has paid him dividends. No one would necessarily bet against him. But as the saying goes ‘the house always wins’. Could it be in this case that ‘the house’ is the standard rules of economics that Johnson is trying to buck? Could it be that in taking credit for his election-winning, ‘Brexit-doing’, Covid- surviving, vaccine-rollout hubris Boris has finally pushed his luck too far?

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