[please click here to read the article in English]
María ha cuidado ancianos y limpiado oficinas en Londres por más de 15 años. Su vida laboral ha sido casi siempre la misma y no ha variado en estos últimos dos meses, a pesar del ‘quédate en casa’ que el gobierno implantó desde el 23 de marzo, cuando el virus se encontraba en sus niveles más altos de expansión, y que el 13 de mayo fue modificado. Ese día, el ministro de vivienda, comunidades y gobierno, Robert Jenrick , anunció tres pasos a seguir en UK para facilitar la salida gradual del confinamiento establecido originalmente. Pero María antes y después del 13 de mayo, ha estado con su rutina de trabajo que a veces la ocupa todo el día hasta las 9 de la noche, y otras no. Es algo que depende, sobre todo, de los horarios que le asigna el viernes de cada semana, la agencia proveedora de servicios para ancianos semi-independientes del borough en donde trabaja

bajo contrato de cero horas. Las horas para hacer limpieza son fijas, y hace limpiezas, un trabajo con contrato fijo de cuatro horas diarias para limpiar unas oficinas de gobierno de lunes a viernes.
María, cuyo nombre ha sido cambiado para proteger su identidad, pertenece a la cuarta de parte de un total de 130.000 mujeres de origen latinoamericano dedicadas en a los oficios de limpieza, hostelería y trabajo doméstico en UK (cifras presentadas por LAWRS en su libro de The Unheard Workforce). Las noticias han informado que el COVID-19 ha afectado más a personas mayores de 60 años, a miembros pertenecientes a grupos étnicos minoritarios y que el riesgo de contraer el virus se incrementa cuando las personas establecen un mayor número de contactos en sus actividades diarias.
En la entrevista a Guayaba.live, María, una mujer de más de 60 años que llegó a Londres a estudiar inglés a finales de los 80s, nos cuenta como ha sido su vida en medio del COVID-19, como se ha movido en el transporte público para hacer su trabajo, y cuales son los miedos que la han acompañado durante este tiempo.
María, presta apoyo a personas que se encuentran dentro del esquema de vivienda y protección establecido en UK, para principalmente, personas de más de 65 años que puedan llevar una vida semi-independiente desde su misma casa. Son personas con alguna fragilidad, pero sin problemas graves de movilidad, a quienes ella puede ayudar con el baño, sus remedios, el desayuno y sus compras, si lo requieren. La prestación de este servicio está manejado por las agencias que contrata el concejo de la ciudad, y en un lapso de 10 años, ha pasado a manos de tres. Ella ha sido consultada y transferida de una a otra, con algunos de sus compañeros que también han aceptado seguir con su oficio, sin tener cambios importantes, En su caso, el contrato de cero horas ha prevalecido, algo que ella define como ese en el “que nos dan las horas que hay”.
María cuenta que normalmente ellos reciben un entrenamiento en noviembre de cada año, en donde les han explicado como dar la medicación a las personas a su cargo, algo que es nuevo para ellos, “porque antes venían las enfermeras a darla” y explica en detalle como la medicación controlada tiene que contarse y registrarse cuidadosamente. Dijo que se está viviendo una situación de incertidumbre, “no se sabe lo que va a pasar mañana”. Que ha recibido instrucciones adecuadas para el uso del equipo que les han entregado para evitar el contagio. “Tenemos los guantes y tenemos dos tipos de máscaras, por ejemplo: la una cuando la persona está bien y todo eso, y la otra pues cuando la persona ha estado con tos o se ve que tenga alguna cosa más grave. Las máscaras hay que cambiarlas todo el tiempo, porque si no se cambia, hay contaminación, Entonces, hay que cambiarlos”.
Mostró preocupación por la gente en general, pero sobre todo por la que usa el transporte público. Ella viajaba antes tomaba el metro, pero con lo del coronavirus, resolvió hacer uso de los buses por considerarlos más seguros. Toma, mínimo, cuatro diarios cuando hace sus dos trabajos. “El problema que yo veo es que mucha gente no acata las órdenes. Va uno en los buses y la gente, por ejemplo, uno guarda su distancia de los dos metros, pero hay gente que se le sienta en seguida y cuando usted le dice, mire, guarde su distancia, alegan con usted”. Piensa que la gente no ha asimilado el riesgo al que está expuesto, o al que pone a los demás cuando no guarda la distancia social.
Hacer el mercado en ‘tiempos de la pandemia’ es complicado para María. Los horarios especiales en los supermercados que le convendrían por estar cerca a su trabajo o a su casa, no le sirven. Se cruzan con frecuencia con las horas de desayuno o del baño de las personas a quienes apoya, y después, en los horarios normales, se encuentra con colas muy largas. Ha encontrado que en algunos supermercados los encargados de las colas le dan prioridad para entrar al supermercado, por el hecho de ser una trabajadora esencial. Pero no son todos, dice. “si, los horarios especiales no me sirven, y yo voy, generalmente, después de las 2 de la tarde a las compras”.
No sabe si sus compañeros habían sido afectados por el virus, pero piensa que sí, y cree que de pronto ella también. Sabe que hay dos tipos de pruebas: “una para chequear si usted lo ha tenido y otro que chequea los anticuerpos; es lo que yo entiendo”. A María le parece parece que “la agencia, los gerentes o las personas encargadas de arriba, deberían preguntarle si usted quiere hacerse el test, “porque aunque tengamos cero horas, igual trabajamos para ellos. Entonces, como no decirnos, usted puede hacerse ese test, o nosotros les vamos a dar una cita, o sacarle la cita. No, ninguno de esa información ha sido dada”.
María ha notado que en la actualidad hay menos personas en las residencias que atiende, pero no está muy segura de si la razón ha sido el coronavirus “no lo tengo bien claro si fue corona o murieron de otra cosa. Cuenta que esto ha pasado en otras ocasiones: las personas han muerto, o se han enfermado y las han tenido que mover a casas más especializadas en enfermos:
Pero ella, ahora, tiene menos horas de trabajo. “Yo hacía como 40 horas pero esta semana estoy con 30”. Por eso María tiene un trabajo de limpieza que es de todos los días y no depende de la rota que recibe el viernes, que por el contrato que tiene de cero horas, en donde considera no recibe un buen pago. El bajo salario para los trabajadores que con sus cuidados, apoyan a poblaciones vulnerables en el país, que es su caso, es un tema que ha tomado mucha fuerza en estos momentos.
El Think Tank, Resolution Foundation presenta cifras que confirman como este grupo de trabajadores es numeroso, mal pagado e inestable y que hasta el año pasado : “aproximadamente la mitad de los trabajadores de atención de primera línea, alrededor de 1 millón de personas, recibían menos del salario real de £ 10.75 por hora en Londres y £ 9.30 por hora en el resto de Gran Bretaña”, y que el incremento de estos salarios y las mejoras de sus condiciones de trabajo deberían haber sido una prioridad para el Estado hace mucho tiempo por el papel vital que ellos desempeñan en la protección de nuestra población vulnerable.
Más detalles en:
Resolution Foundation: https://www.resolutionfoundation.org/publications/what-happens-after-the-clapping-finishes/ The pay, terms and conditions we choose for our care workers
LAWRS. The unheard workforce. http://www.lawrs.org.uk/lawrs-research-launch-the-unheard-workforce-experiences-of-latin-american-migrant-women-in-cleaning-hospitality-and-domestic-work/
———————————————
English
Maria could not ‘stay home’
On 23 March the UK government responded to the threatening spread of the COVID 19 virus by imposing a nation-wide lockdown, with a slogan that was to become well-known: “Stay at Home, Protect the NHS, Save Lives”. Anyone who could do so was urged to ‘work from home’ and avoid using public transport. For care-workers like Maria (not her real name), this was an impossible instruction.
Now over 60, she came to the UK from a Latin American country in the late 1980s to study English but then settled here. Now divorced and with a grown-up child, for the past 15 years she has earned her living as a home-care worker. Her role is to give support to people who live within the housing and protection schemes established in the UK, mainly for people over 65, who can maintain a semi-independent life from their own home. Maria works for an agency and throughout the lockdown she has, by necessity, needed to travel on buses wherever she is sent.
Her clients generally have some fragility but are without serious mobility problems, and Maria helps them with their bathing, medication, breakfast, and shopping as required. In London, the various boroughs contract this social care service from private agencies, and over the past ten years Maria has worked for three different companies in 10 years.
Maria and other care workers like her are employed on zero-hours contracts, an arrangement she defines as one in which “they give us the hours there are”, but in which the number of hours available, and therefore her weekly income, is never regular. For this reason she has to rely on a second contract with a different agency and on different terms, cleaning city offices. The regular hours it involves gives some stability to her income. It does, however, mean she has a long working week. Typically her working day may begin at 7.00 am and not end until 9.00 pm.
The pandemic and lockdown have added extra stress and uncertainty to what was already a demanding job, close to the front line in health and social care. She has had some basic training, with annual refresher sessions from the agency, for example on how to give controlled medication to residents who are in the sheltered accommodation scheme. Clearly and step by step she explains how she has to count and register tablets before and after she administers the medication. “Nurses, in the past, did that but not anymore”.
COVID 19 has added stress because “you don’t know what will happen tomorrow”, even though she thinks the instructions and equipment she has received have been adequate. “We have gloves, and we have two types of masks, for example, one when the person we are supporting is well and all that, and the other when the person has been coughing or might appear to have something more serious. The masks must be changed often to avoid contamination”.
Travelling to and from her clients is a different matter. Some people, especially some of the people who use public transport, do not act very responsibly. She decided because of the coronavirus risk that is was more secure to use buses instead of the underground, and the risk seems lower at different times. Some hours are better for travelling, for example the ones at night, when fewer people are on the buses. She needs to make at least four journeys a day when she does her two jobs. “The problem I see is that many people do not follow orders. You go on buses and, for example, you keep your two meters distance, but then some people come to sit down beside you. You say, look, there are not two meters distance between you and me, and they argue with you”. Such people have not understood the risk to which they are exposed, or to which they put others when they do not keep the social distance.
Even though she can be counted as a ‘key worker’ she has found everyday tasks like food shopping have become more difficult. The early morning special opening hours in supermarkets that would be convenient do not work for her. They usually coincide with the breakfast or bath hours of the people she supports, and later in the day she often encounters very long queues. Sometimes a queue manager will give her priority to enter the supermarket, but not always, she says.
And always there is increased anxiety about catching the virus herself. She doesn’t know if her colleagues have been affected, but she thinks some might have been, and she worries that she might get it too. “There are two types of tests”, she says, “one to check if you have had it and another that checks the antibodies. That’s what I understand”. The agency, the managers or the people in charge above should ask all care workers if they want to take the test: “Even though we have zero hours, we still work for them. So how can they not tell us: ‘You can take this test, or we will give you an appointment, or make an appointment for you’. We have not received any information about that.”
Currently, too, there are fewer residents in the buildings Maria visits, although she says: “I am not sure if it was coronavirus or if they died of something else. This has happened on other occasions: people die, or become ill and move to more specialised places for their care”. But this also means she now has fewer hours of work. “I used to do about 40 hours, but this week I am with 30”. That is why her regular cleaning job is so important, so she does not depend on the care visit rota she receives every Friday.
Another, less expected, effect of the pandemic is that the low salaries and stressful working conditions for care workers like Maria have now become part of a wider public debate. In April this year the Resolution Foundation, a think tank, published a report under the title What happens after the clapping finishes? This noted that there are approximately 900,000 people working in frontline care roles in the UK as their main job, and that this is a predominantly female workforce with disproportionate BAME representation. Worryingly, around half of frontline carers are paid less than the real Living Wage (currently £10.75 per hour in London and £9.30 elsewhere. It is also clear that the sector relies on insecure working arrangements: one-in-ten frontline social care staff on zero-hour contracts, much higher than the one-in-40 in the economy as a whole, and frontline care staff are also about three times more likely than other workers to be employed through agencies. Turnover rates are also very high.
Similarly precarious conditions are found in other ‘unseen’ sectors like hospitality, cleaning and domestic work, where again a majority of workers are women and are drawn from BAME communities, including many with a Latin American background like Maria. In 2019 the Latin American Women’s Rights Service (LAWRS) examined the working lives of women in these sectors in a report on ‘The Unheard Workforce’ that found “an array of deeply concerning labour rights violations” in these sectors. This was published before the current pandemic added greatly to the risks facing workers in care-homes or those, like Maria, with a high number of potential contacts on her daily journeys.
Further details can be found online on:
Resolution Foundation: https://www.resolutionfoundation.org/publications/what-happens-after-the-clapping-finishes/ The pay, terms and conditions we choose for our care workers
LAWRS. The unheard workforce. http://www.lawrs.org.uk/lawrs-research-launch-the-unheard-workforce-experiences-of-latin-american-migrant-women-in-cleaning-hospitality-and-domestic-work/
[please click here to read the article in English]